Como cada 10 de noviembre, hoy se celebra en Argentina el Día de la Tradición. La fecha fue escogida en conmemoración del nacimiento del escritor y periodista José Hernández (1834-1886), autor de «El Gaucho Martín Fierro», obra cumbre de la literatura gauchesca.

Su gran obra, conocida popularmente como «El Martín Fierro», es un relato en forma de verso acerca de la experiencia de un gaucho argentino, su estilo de vida, sus costumbres, su lengua y sus códigos de honor.

Tradición quiere decir “donación o legado”, y es un conjunto de costumbres que suelen transmitirse de generación en generación. La tradición de una nación suele incluir su cultura popular, el gran conjunto de todas las costumbres de cada región del país.

A continuación compartimos una interesante reseña que el periodista cultural Daniel Molina –activo y polemista en Twitter, red social en la que es conocido como @rayovirtual- publicó sobre «El Martín Fierro» en el diario Río Negro.

El Día de la Tradición se celebra en conmemoración con el nacimiento del poeta José Hernández. Hernández fue un periodista crítico de los que políticos dominaron la escena nacional luego de la caída de Rosas, pero su gran aporte fue escribir ese magnífico libro que todos conocemos como el Martín Fierro. Eso lo convirtió en el Homero criollo.

El Martín Fierro consta de dos partes, la Ida (publicada en 1872) y la Vuelta (en 1879).

La Ida es un texto anarquista: el gaucho es víctima de una sociedad injusta que termina convirtiéndolo en un hombre fuera de la ley, y por eso mismo, en un perseguido. También es el poema de la amistad: Fierro se encuentra una noche, en medio de un pajonal, con una patrulla policial y decide luchar hasta morir. Lucha con tal coraje que el sargento Cruz, que dirige a los hombres que lo persiguen, dice que no consentirá «el delito de matar ansí a un valiente» y cambia de bando: se pone al lado de Fierro y lucha contra los hombres que había comandado. Para Borges esa escena es la noche esencial de la literatura argentina. A narrar ese instante esencial le dedicó uno de sus mejores cuentos: «Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”.

La vuelta es un canto a los sobrevivientes y la aceptación de que no hay mundo perfecto. Fierro y Cruz se habían ido a vivir con los indios, escapando de un mundo urbano que los rechazaba, pero la vida con los indios también fue brutal. Cruz murió de viruela y Fierro está solo nuevamente. Ya no hay un afuera de la sociedad: los indios reproducen lo peor del mundo del que venían escapando. Fierro regresa, busca a sus hijos. La segunda parte es el poema de los hijos y de la aceptación. Es un canto al duro aprendizaje de vivir en las rendijas que deja el sistema.

El Martín Fierro es un clásico. La Argentina es de los pocos países que tiene un clásico. México o Canadá no tienen clásicos. ¿Qué es un clásico? Borges dice: «Un clásico es un libro que cuando se lee por primera vez ya es la segunda». Es decir, un clásico es un libro que todo el mundo conoce incluso si no lo ha leído. Una característica típica de los grandes clásicos es que son libros que apasionan a las masas de lectores y también son bendecidos por la crítica más sofisticada.

Cuando apareció Martín Fierro la elite intelectual de la época no lo valoró positivamente. Incluso, casi ni se habló de él. Pero fue un best-seller masivo en un país que tenía más del 80 por ciento de la población analfabeta. Todos querían leerlo. Hay documentación histórica sobre la recepción popular del Martín Fierro. Por ejemplo, se conservan notas de las pulperías del interior, dirigidas a los grandes almacenes porteños pidiendo «30 bolsas de yerba mate y 5 ejemplares del Martín Fierro”.

En las bodegas mendocinas; en los ingenios tucumanos; en los montes misioneros y en las estancias bonaerenses, al caer la noche, el que sabía leer tomaba un ejemplar de Martín Fierro y compartía unas estrofas a la peonada.

El Martín Fierro se fue haciendo carne en sus lectores analfabetos porque contaba lo que ellos vivían y lo hacía en su propia lengua: la poesía castellana del siglo XVI español, que es el idioma que se conservó en los campos porteños. El Martín Fierro es la obra cumbre de la gauchesca, la culminación. Con este libro termina un género que había nacido en 1811 en los campos de la Banda Oriental (cuando Uruguay aún era parte de las Provincias Unidas) con Bartolmé Hidalgo y sus cielitos tupamaros.

En sus 70 años de existencia, la gauchesca fue siempre poesía de guerra. Primero, fue la que cantó la guerra de la Independencia contra el español. A partir de 1820 mutó en la poesía de la guerra civil argentina: y el gran poeta de esta etapa es Hilario Ascasubi. Ya derrocado Rosas, la gauchesca se transforma en poesía de la guerra cultural: los bárbaros del interior contra la cultura europea de los porteños. El gran libro del período será el Fausto criollo, de Estanislao del Campo.

Hacia el fin de las guerras civiles, entre 1870 y 1880, aparece la gauchesca de denuncia social. Y el Martín Fierro será la obra cumbre de esta corriente. Alcanzada la perfección el género desaparece.

La primera reivindicación culta del Martín Fierro la harán los anarquistas en 1904: en el periódico La Protesta agregan un suplemento cultural (en el que escribirán Lugones, el padre de Borges, Macedonio Fernández, entre otros) y a ese periódico lo titulan Martín Fierro.

La próxima gran reivindicación del Martín Fierro la hará Leopoldo Lugones en un ciclo de charlas que dará en 1913 en el desaparecido teatro Odeón (y que en 1916 reunirá en su libro El payador). Ahí sacraliza al libro: lo convierte en la Biblia Gaucha.

Desde entonces -lo confirma Ricardo Rojas en sus notas para la Historia de la literatura argentina- el Marín Fierro se convierte en el clásico nacional: ese libro que es todo para todos.