Sarmiento a pesar de los años y de sus obras sigue siendo un personaje que no pasa desapercibido. De hecho, si uno recuerda en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner fue objeto de combate donde Paka-Paka, el canal público de dibujo animado con el personaje de Zamba “ridiculizaba” y ponía en tela de juicio al prócer y a los que lo defienden en su tierra, San Juan, y en el resto del país.  Pero el educador ha dejado su huella, en la literatura, en la política y en la educación. Hombre emprendedor que supo ver un contexto que pocos supieron ver en una Argentina dividida entre unitarios y federales y los caudillos e intelectuales que traían las luces de una Europa capitalista e innovadora.

En estas líneas presentamos a Domingo Faustino Sarmiento y Arturo Jauretche, dos autores en los cuales coincidimos que tienen carreras políticas, pero difieren en sus ideologías. Varios años, después del fallecimiento de Sarmiento, Arturo Jauretche, militante de las filas Yrigoyenistas criticó al ex presidente en su posición de querer instalar un modelo europeo, al querer que los gauchos y naturales en ese tiempo sean “civilizados” y con esto desear que los nombrados dejen de ser bárbaros y tengan una educación y puedan hablar la lengua española. Ante esto, Jauretche opinó que la idea de Sarmiento fue crear Europa en América, intentando destruir todos los pueblos originarios que había en él. Su idea en ningún momento fue enriquecer una cultura indígena ya existente en el territorio.

Observemos también que Jauretche compartió las ideas de Yrigoyen, quien protegió a los aborígenes y su cultura. Sumando esto al gran patriotismo de Jauretche, podemos entender cuando agrega en “Civilización o Bárbaros” que Sarmiento creó el pensamiento que cuanto más Europa más civilización y cuanto más América más barbarie, teoría que continúa hasta el siglo XXI en muchas personas. Además, critica al educador, al haber atentado contra la integridad territorial y al haber sostenido que los pueblos argentinos carecen de capacidad fabril, y como consecuencia alentar a destruir esta nueva cultura e identidad Argentina que estaba naciendo para fundar otra.

Finalmente, Jauretche resalta que Sarmiento era un unitario más que quería borrar cualquier característica argentina tanto de su relieve como de sus pueblos originarios para poblar en una nación chica, gente con rasgos europeos.  La idea planteada por Sarmiento de civilización y barbarie lleva al siguiente dilema: “todo lo hecho y  propio del territorio nacional por el simple hecho de ser nacional y no extranjero es bárbaro. Por el contrario, todo lo proveniente de otras culturas, tales como la Europea, es civilizado”.

También, entre sus pensamientos Sarmiento sostenía que un territorio avanzaría siempre y cuando el espacio geográfico sea apto y los habitantes civilizados. En el caso específico de América afirmaba que, a causa de la presencia de los indios, ésta nunca llegaría a avanzar. Sarmiento tenía actitudes etnocentristas, con esto me refiero a una alta valoración de las características culturales europeas en oposición a las nativas, quienes eran llamados por desprestigio o inferioridad por no ser europeas.

En contraposición a esta postura se encuentra la de Jauretche, un pensador, escritor y político argentino, quien criticó la visión consagrada por Sarmiento. Jauretche descree en construir una historia en términos de oposición (civilización-barbarie), también afirma que de esta oposición creada nace la denigración, típica expresión del pensamiento colonial. ¿Acaso todo lo dicho/hecho por un indio es considerado bárbaro? Ahora, si lo dijera un europeo… ¿se seguiría considerando bárbaro o pasaría a ser civilizado?

En ambas posturas se presenta una contra opinión frente a la identidad cultural. Sarmiento prefería adaptarse a la identidad cultural que brindaba Europa, mientras que Jauretche quería mantener la identidad cultural propia antes que ninguna.

Como conclusión podemos afirmar y preguntarnos que se podría apoyar la opinión de Jauretche, porque este defiende primero lo nuestro, pero sin negar la incorporación de ciertos elementos europeos que colaboran en el crecimiento y la mejora de ciertos aspectos de la cultura. Por otro lado, no podríamos  concordar con la postura tomada por Sarmiento sobre erradicar los indios de su tierra ya que éstos se podrían considerar “dueños” de la misma y no porque se crea a los europeos como más avanzados o mejor educados y están en el derecho de invadir, matar, maltratar o faltar el respeto, como lo hicieron, a los indios.

 

 

¿El error que cometió Sarmiento?

El sanjuanino, al igual que la intelectualidad argentina que le rinde pleitesía, entendió que erudición y cultura son lo mismo. Así, insertó un error en la matriz del sistema educativo adoptado por el país que continúa hasta hoy.

Domingo Faustino Sarmiento hizo como político lo que pocos políticos han hecho. Dotado de una franqueza inigualable, tuvo acaso el mérito de dejar por escrito sus pensamientos sobre los más variados temas. Escritos que, por cierto, no lo dejan muy bien parado y que en temáticas sensibles darían lugar a la apertura de una decena de sumarios ante el Inadi.

Pero en materia educativa cometería un error vinculado con la matriz del sistema educativo adoptado para nuestro país, el que continúa prácticamente sin atenuantes hasta nuestros días. Para fortuna de quienes fuimos sus alumnos en el colegio secundario, el profesor Luis D’Aloisio no era seguidor del sanjuanino en cuestiones pedagógicas; digamos que más bien era todo lo contrario.

Quizás por ese motivo insistía metódicamente en sus clases en distinguir dos cosas que el Maestro de América y la intelectualidad argentina que le rinde pleitesía cada 11 de septiembre –aquella que Arturo Jauretche designaba como “intelligentzia” como sinónimo de intelectualidad desarraigada que piensa el país con patrones importados– malinterpretaron como sinónimos: erudición, repetía el profesor, no significa cultura. Cultura es el cultivo de los valores que hacen a la vida virtuosa de las personas y los pueblos. Y para ser culto, como lo era el Martín Fierro, no hace falta la escolarización. Es más, en ocasiones la escolarización puede llegar a limar valores universalmente aceptados y, bajo la capa del “progreso”, sustituirlos por otros. En cambio, erudición, o instrucción, es el simple acopio de conocimientos sobre algo.

Hay gente culta, como la mayoría de nuestros antepasados inmigrantes que, pese a ser en su gran mayoría analfabetos, se tomaban muy en serio, precisamente por ser cultos, el respeto, la vivencia cotidiana y, fundamentalmente, el traspaso generacional de ciertos valores que se sabían de vital trascendencia para el futuro de una sociedad: el respeto por los mayores, la dignidad del trabajo honesto, el valor de la palabra empeñada, el desapego por banalidades materialistas la defensa y protección del débil, la lucha por la justicia, entre muchos otros.

En cambio, puede haber gente alfabetizada con posgrado universitario y, sin embargo, profundamente inculta por no haber recibido esos mismos valores y virtudes o no haber sabido transmitirlos a otros. Esto lo vemos a diario, quizás sin percibirlo. La hidalguía de un albañil que con toda solemnidad se descubre la cabeza ante el paso de un cortejo fúnebre demuestra que esa persona es culta, lo que puede contrastar con la actitud guaranga e irrespetuosa de quien conduce, por caso, un auto de alta gama, que lo pinta de cuerpo entero como un alfabetizado, pero inculto.

¿Acaso hay que optar entre cultos por analfabetos, por un lado, y eruditos incultos, por el otro? Definitivamente no. Lo ideal es que cada persona sea, a la vez, culta y erudita.

 

 

¿Civilización vs barbarie?

La confusión precedente se completó en Sarmiento con una definición que obraría como su necesario complemento en materia educativa. Arturo Jauretche lo expresa así: “Para Sarmiento, la cultura que tenía en la raíz (la propia del país) fue incultura en cuanto no coincidía con lo nuevo (las ideas importadas). Ocurrió aquí lo inverso que entre los griegos, para los cuales lo bárbaro era lo exótico a la Hélade, y lo culto lo propio. Esta es la raíz del dilema sarmientito de ‘civilización’ o ‘barbarie’ que sigue rigiendo a la ‘intelligentzia’.

Se confundió civilización con cultura, como en la escuela se sigue confundiendo instrucción con educación. La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América transplantando el árbol y destruyendo al indígena que podía ser obstáculo al mismo tiempo para su crecimiento según Europa, y no según América.”

Razón no le faltaba a Jauretche en cuanto a que el modelo implementado por el “Padre del aula” necesitaba, para consumar el plagio educativo, incluso de maestras importadas de Norteamérica, que formarían a otras oleadas de docentes en modelos también importados. Esta crítica no refiere a la persona de cada uno de los maestros y maestras que abnegadamente se abocarían sucesivamente a la formación intelectual de las futuras generaciones de argentinos, incluso en las condiciones más adversas.

Es sí una crítica a un sistema que intentando transplantar Europa a América partía de la premisa estrambótica de que lo propio era lo bárbaro y lo importado era lo civilizado, sin admitir prueba en contrario. Pero el plan inmigratorio no salió como lo habían pergeñado algunos. Son conocidas las diatribas del cuyano al ver que la inmigración que venía a regar con su sudor este gran país no procedía, como lo había vaticinado Juan Bautista Alberdi, del norte de Europa, sino que lo hacía mayoritariamente del mundo mediterráneo.

 

Fuentes: La Nación web, La Capital de Rosario, El Ciudadano web y culturandopalabras.blogspot.com

 

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