El 9 de julio de cada año se celebra el Día de la Independencia en la República Argentina. La fecha evoca la jornada en que un grupo de representantes de las Provincias Unidas confirmó por escrito su intención de poner fin al largo período de dominio colonial español, anunciándole al mundo la voluntad de construir una Nación justa y libre de toda dominación extranjera.
La declaración de la independencia fue un acto soberano y colectivo. El Congreso de Tucumán reunió por primera vez a 28 diputados que sesionaron y debatieron desde el 24 de marzo de aquel año para proyectar una nueva nación. Allí se trazaron los primeros lineamientos de lo que luego sería nuestra República Argentina.
Acta de la Independencia de las Provincias Unidas
En la benemérita y muy digna Ciudad de San Miguel del Tucumán a nueve días del mes de julio de mil ochocientos dieciséis: terminada la sesión ordinaria, el Congreso de las Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto y sagrado, objeto de la independencia de los Pueblos que lo forman. Era universal, constante y decidido el clamor del territorio entero por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España; los Representantes sin embargo consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, Pueblos representados y posteridad; a su término fueron preguntados:
¿Si querían que las Provincias de la Unión fuesen una Nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli?
Aclamaron primero llenos del santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del País, fijando en su virtud la determinación siguiente:
Nos los Representantes de las Provincias Unidas en Sud América reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los Pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los Reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo del seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama.
Comuníquese a quienes corresponda para su publicación y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un Manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración.
Una curiosidad
En 1816, en las provincias del norte muchas personas hablaban las lenguas de los pueblos que habitaban la zona antes de la llegada de los conquistadores: el quechua y el aymara.
Por eso, cuando se firmó el acta de la independencia se mandaron a imprimir 3000 ejemplares, de los cuales 1500 se hicieron en castellano, 1000 en quechua y 500 en aymara.
¿Por qué el Congreso se reunió en Tucumán?
Varias son las razones. Pero la más importante quizás fue el hecho de que los españoles estaban ganando batallas y recuperando territorio en las provincias del norte. Las tropas realistas avanzaban desde el Alto Perú, y solamente estaba el general Martín Miguel de Güemes defendiendo el paso en Salta. Si los españoles lograban llegar a Tucumán, era muy probable que pudieran avanzar hacia Buenos Aires. Hacer el Congreso allí era, en cierto modo, una demostración de fuerza, una manera de defender la revolución. Otra razón importante fue que los diputados del interior eran mayoría y querían ponerle un límite al poder de Buenos Aires.
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Tucumán en 1816
Desde los comienzos de la Colonia, San Miguel de Tucumán había sido una ciudad importante. Era el paso obligado en la ruta que comunicaba el Potosí con el puerto de Buenos Aires.
Como en la región abundaba la madera, la ciudad se hizo famosa por la fabricación de carretas de excelente calidad. También se producían ponchos, frazadas y fajas. Las tejedoras indígenas los realizaban con antiguas técnicas y los teñían con tinturas vegetales de la zona.
Después de la revolución de mayo de 1810 y con el comienzo de las guerras de la independencia, la tranquila vida tucumana se alteró completamente. En 1812 se libró una batalla en las afueras de la ciudad, muy cerquita: la batalla de Tucumán.
Durante los años siguientes se respiraba en el aire el olor a pólvora y todos temían un nuevo ataque del enemigo. Por ese motivo, a las diez de la noche había que suspender las actividades: no se podía circular por las calles, ni tampoco dejar ninguna lámpara encendida. A las diez en punto, Tucumán quedaba a oscuras.
Fuente: educ.ar