Clase alusiva a la megacausa La Perla, en el día de la sentencia por el juicio sobre el terrorismo de Estado en Córdoba

Clase La Perla

 

En un día muy especial para la Historia de Córdoba, alumnos de tercer y cuarto año del Instituto Educacional José Hernández participaron este jueves 25 de agosto de una clase alusiva a la sentencia de la megacausa La Perla, el extenso juicio que se cerró con 28 cadenas perpetuas y cinco absoluciones. Los docentes Cecilia Arestizabal y José Luis Navarro contextualizaron histórica, social y jurídicamente la importancia y la trascendencia del juzgamiento del terrorismo de Estado. Además, propusieron actividades para que los estudiantes pudieran expresarse sobre el tema.

El profesor Navarro destacó que, en el plano social, la sentencia implicaba sanar y cerrar heridas, sin que eso significara olvidar. En tal sentido, subrayó que los estudiantes de tercer y cuarto año son «hijos de la democracia» y que, por ello, debe prevalecer la memoria.

Ambos docentes recordaron que la palabra «desaparecidos» transforma a los argentinos en «originales» en todo el mundo, ya que la dictadura cívico-militar que instauró el terror desde 1976 abrió esa tristemente célebre categoría. En ese marco se recordó la entrevista del dictador Jorge Rafael Videla, en la cual planteó lo siguiente: «Frente al desaparecido, en tanto esté como tal, es una incógnita el desaparecido. Si el hombre apareciera, bueno, tendrá un tratamiento X y si la aparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento, tiene un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está… Ni muerto ni vivo, está desaparecido» (ver detalles al final de esta nota).

 

 

«Las sentencias son el recordatorio de lo que no puede volver a ser. Es más que un juicio a criminales: es un juicio a la Historia que no puede volver a repetirse», remarcó Navarro.

«Cuando alguien les diga ‘Yo con los milicos estaba mejor’ no lo dejen pasar por alto. Reflexionen, opinen, intervengan», propuso el docente.

Más adelante, la profesora Arestizabal subrayó que los responsables de la dictadura en Córdoba –con el ex titular del Tercer Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín Menéndez, a la cabeza- tuvieron, durante el extenso juicio por la megacausa La Perla, todos los derechos de los cuales sus víctimas nunca gozaron. «Se trata de juicio y castigo, no de venganza», resaltó.

Posteriormente, los estudiantes se dividieron en grupos de cuatro integrantes: allí redactaron frases y reflexiones sobre el tema, las cuales fueron compartidas durante la puesta en común.

Bajo la coordinación de la profesora Carmen Subirachs, los alumnos de primer año trabajan ahora en la confección de afiches que contendrán las frases que los alumnos elaboraron durante las actividades.

 

 

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Sobre los desaparecidos

Desaparecidos es el nombre con que se conoce a las personas que fueron víctimas del crimen de desaparición forzada durante el gobierno militar autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.

La Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, firmada en 1994, lo considera como un delito de lesa humanidad imprescriptible y lo define del siguiente modo: «Se considera desaparición forzada la privación de la libertad a una o más personas, cualquiera que fuere su forma, cometida por agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúen con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la falta de información o de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o de informar sobre el paradero de la persona, con lo cual se impide el ejercicio de los recursos legales y de las garantías procesales pertinentes».

En un reportaje realizado por la periodista María Seoane para el libro «El Dictador», Videla argumentaba: «No, no se podía fusilar. Pongamos un número, pongamos cinco mil. La sociedad argentina, cambiante, traicionera, no se hubiere bancado los fusilamientos: ayer dos en Buenos Aires, hoy seis en Córdoba, mañana cuatro en Rosario, y así hasta cinco mil, 10 mil, 30 mil. No había otra manera. Había que desaparecerlos. Es lo que enseñaban los manuales de la represión en Argelia, en Vietnam. Estuvimos todos de acuerdo. ¿Dar a conocer dónde están los restos? Pero ¿qué es lo que podíamos señalar? ¿El mar, el Río de la Plata, el Riachuelo? Se pensó, en su momento, dar a conocer las listas. Pero luego se planteó: si se dan por muertos, enseguida vienen las preguntas que no se pueden responder: quién mató, dónde, cómo».

El 14 de septiembre de 1977, frente a la TV estadounidense, Videla había planteado: «Debemos aceptar como una realidad que en la Argentina hay personas desaparecidas. El problema no está en asegurar o negar esa realidad, sino en saber las razones por las cuales estas personas han desaparecido. Hay varias razones esenciales: han desaparecido por pasar a la clandestinidad y sumarse a la subversión; han desaparecido porque la subversión las eliminó por considerarlas traidoras a su causa; han desaparecido porque en un enfrentamiento, donde ha habido incendios y explosiones, el cadáver fue mutilado hasta resultar irreconocible. Y acepto que puede haber desaparecidos por excesos cometidos durante la represión. Esta es nuestra responsabilidad; las otras alternativas no las gobernamos nosotros. Y es de esta última de la que nos hacemos responsables: el gobierno ha puesto su mayor empeño para evitar que esos casos puedan repetirse».

El último domingo de octubre de 1979, un mes después de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a la Argentina, el papa Juan Pablo II se refirió públicamente a los desaparecidos y los detenidos sin proceso en la Argentina, en la Plaza de San Pedro.

El 13 de diciembre de 1979 Videla dio una conferencia de prensa en Buenos Aires y el periodista José Ignacio López le preguntó qué opinaba sobre las declaraciones del Papa, ocasión en la que el dictador dio una larga respuesta invocando su propia visión cristiana de los Derechos Humanos y dentro de la cual incluyó la siguiente reflexión que se volvería histórica: «Frente al desaparecido, en tanto esté como tal, es una incógnita el desaparecido. Si el hombre apareciera, bueno, tendrá un tratamiento X y si la aparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento, tiene un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está… Ni muerto ni vivo, está desaparecido».