En la tercera nota sobre el tema en esta semana, el periodista Ricardo Braginski realizó un informe en Clarín, en el que señala que los dispositivos digitales ya forman parte de la vida cotidiana en las aulas, pero que aún no se les saca todo el provecho posible. Otra mirada para ampliar el debate.
«Ya está. Ya pasó el tiempo de la especulación, de los análisis previos. Las computadoras, las netbooks y todo tipo de dispositivos digitales ya forman parte de la vida de los estudiantes argentinos y sus docentes. Se “colaron” en el aula, entre las tizas y los cuadernos y, de a poco, van modificando las formas en que se enseña y se aprende en nuestro país», plantea Ricardo Braginski, en su artículo «Cómo aprovechar la tecnología: una asignatura pendiente», publicado en la sección Educación del diario Clarín.
María Teresa Lugo, coordinadora de Proyectos TIC y Educación en IIPE Unesco de Buenos Aires, es una de las expertas que toman la palabra en la nota. «Ahora los docentes se sienten mucho más convencidos de que las propuestas educativas tienen que incluir tecnología. Hay consenso, esto antes no pasaba”, dice.
De todos modos, Braginski subraya algunos obstáculos, entre los cuales figuran los problemas de conectividad que tienen muchas de las escuelas. «Una computadora que hoy no está conectada a Internet es muy limitada para fines educativos, por más que ya venga cargada con softwares pedagógicos muy útiles», advierte.
Paula Perez, directora general de la Fundación Evolución, pone el foco en el déficit de los docentes para compartir sus experiencias. “Se ve muy poca actitud de los docentes por compartir, y esta es precisamente una de las habilidades del siglo XXI en la que se debe trabajar. Cuando los docentes van a un portal educativo, normalmente buscan información; son muy pocos que lo hacen para compartir sus experiencias”.
Más allá de los abordajes, el artículo de Clarín destaca que no hay discusiones sobre un punto esencial: la tecnología motiva a los alumnos, los acerca a sus intereses, los conecta con el mundo contemporáneo. Y todo eso genera una mejor predisposición al aprendizaje.
“La tecnología puede contribuir a enseñar más, mejor y distinto. Ese es el desafío”, dice Lugo, en otro tramo de la nota. Y añade que la tecnología también tiene un efecto social, porque permite mayor inclusión y democratiza el conocimiento, y destaca asimismo las razones económicas para no desatender el tema: el mercado laboral del siglo XXI demandará, en casi cualquier caso, estos conocimientos tecnológicos.
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» La nota original de Braginski, en Clarín / Hacé clic aquí