Hebe Uhart (Argentina, 1936) es filósofa y escritora. Hace pocos años, viajando por Latinoamérica, comenzó a escribir crónicas de viajes. Desde su experiencia, Uhart, invitada a Chile por el festival FILBA, dictó un taller sobre este género. Estos son algunos de sus consejos y reflexiones para quienes quieran escribir sus propias crónicas de viajes.
Por Katharina Eitner.
Todos los viajes —no importa si son de trabajo o vacaciones— tienen algo en común: nos obligan a salir de nuestra cotidianidad, de nuestro centro. Es el momento del asombro. Incluso si el viaje resulta un fracaso. Por eso, como viajera, a Hebe Uhart no le interesan los tours ni las fotos de postal. Busca otros territorios y la seduce, por ejemplo, el lenguaje y la forma en la que el tiempo transcurre en distintas localidades.
Hebe Uhart escribe desde joven. Su primer libro de cuentos —Dios, San Pedro y las almas— es de 1962. Hoy suma una decena de libros, la mayoría de ellos son de cuentos o novelas breves que han sido recopilados en Relatos reunidos (Alfaguara). Uhart también viaja desde joven, pero desde hace solo unos pocos años publica crónicas de viajes, las que han sido recopiladas en los libros Viajera crónica y Visto y oído, ambos bajo el sello Adriana Hidalgo. Su particular manera de percibir la han llevado a ser considerada una de las mejores narradoras actuales de Argentina, celebrada por autores como Fogwill y Piglia.
Para tomar el lápiz y narrar los viajes de vacaciones, estas son 10 reflexiones de Hebe Uhart extraídas de su taller en FILBA sobre la crónica de viaje:
- La perspectiva personal. Las crónicas de viajes son un género literario que se extendió con el colonialismo. Antes su papel era informativo; pero hoy el valor de las crónicas de viajes está en la perspectiva personal de quien escribe y viaja. La información objetiva está en Wikipedia. Lo fundamental de la crónica de viajes es la capacidad de observación de cada cronista.
- Los detalles. Es importante no idealizar los lugares. Hay que evitar los adjetivos y las expresiones del tipo “¡Qué hermoso lugar!”, que sólo llevan a generalidades. Para encontrar las particularidades, hay que escribir desde los detalles que se observan.
- Todos los géneros valen. No hay que tener miedo de cruzar géneros literarios: la crónica se nutre de los cuentos y las novelas. Al relatar experiencias sucedidas en un viaje, son buena mezcla.
- No hay distancia para un viaje. No sólo los viajes a lugares lejanos son dignos de contar. También los viajes en micro, las caminatas por la ciudad o el viaje a comprar el pan son experiencias que pueden relatarse como crónicas.
- El lenguaje. Al viajar hay que prestar particular atención al lenguaje: formas, tonos, expresiones, la comparación de dichos entre países. El lenguaje permite ver cosas de cada sociedad, formas distintas de encarar la cotidianidad. Un ejemplo: en Colombia a las personas que viven en la calle se les dice “los desechables”.
- Investigación. Hay que buscar las razones o las raíces históricas de los dichos y costumbres de los lugares a los que se llega.
- No perder la capacidad de asombro. Se debe ejercitar una mirada que desnaturalice lo cotidiano: observar los carteles, los graffitis, las formas de usar el espacio.
- El tiempo. El tiempo corre distinto en cada lugar. Usualmente en provincias va más lento que en las grandes ciudades, por ejemplo.
- Descubrimientos significativos. No es necesario describir todos los momentos del viaje. Hay que centrarse en lo significativo, lo distintivo, en los descubrimientos del viajero.
- Escribir para atesorar. Las crónicas de viaje son un testimonio de un momento vivido. Se cuenta para no perder las percepciones. Esas percepciones, eso que llamó mi atención, es una mirada única sobre un lugar, que, además de permitir dar un vistazo al lugar, permite al cronista conocerse a sí mismo.