El 12 de junio es el «Día de los adolescentes y jóvenes por la inclusión social y la convivencia contra toda forma de violencia y discriminación».
Su objetivo es preservar la memoria de Ana Frank, del Holocausto y de sus víctimas, de luchar contra toda forma de violencia y discriminación y de contribuir a la construcción de una sociedad más inclusiva en la que los y las jóvenes tengan un papel central.
POR QUÉ RECORDAMOS A ANA FRANK
A partir de la figura de Ana Frank y su legado, podemos iluminar un pasado complejo y doloroso: el Holocausto, para reflexionar sobre nuestro presente y futuro, buscando construir lazos de convivencia en los que la inclusión y la diversidad sean los pilares para poder vivir una vida sin discriminaciones ni violencias para todos y todas.
Conocer la historia y los ideales de Ana Frank, a través de la lectura de su diario, es un modo de promover el protagonismo de los y las adolescentes y jóvenes y comprender que, en la lucha contra el prejuicio, las prácticas discriminatorias y la opresión sus voces son muy valiosas. Es también una oportunidad para fortalecer la democracia y promover la plena vigencia del paradigma de los Derechos Humanos.
Se trata de una invitación a pensar, a partir de la experiencia límite que vivió Ana Frank, algunas preguntas que interpelan a las juventudes en el presente: ¿qué sentidos sociales e históricos ha tenido la «juventud»? ¿qué lugares ocupan las juventudes en las sociedades? ¿es igual en todas las sociedades?, ¿qué significa ser joven y adolescente hoy, en cada provincia, ciudad, localidad?, ¿qué las y los caracteriza, además de constituir una franja etaria?
Asimismo, se trata de una invitación a reflexionar en conjunto acerca de cómo los y las jóvenes pueden contribuir a una mayor inclusión social, a la convivencia en la diversidad y a la lucha contra toda forma de violencia y discriminación, aportando varios puntos de vistas y preguntas genuinas para pensar la vida en común.
QUIÉN FUE ANA FRANK
Hija de Edith Hollander y Otto Frank, Ana Frank nació en Fráncfort del Meno, Alemania, en 1929. Tenía una hermana mayor llamada Margot. Debido a las medidas antijudías desplegadas en Alemania desde el ascenso del nazismo en 1933, la familia Frank tuvo que exiliarse a Amsterdam, Holanda.
Al igual que millones de judíos y judias de Europa, Ana sufrió el odio y la discriminación que llevaron a la muerte a una parte importante de este pueblo.
En Amsterdam su padre se dedicaba a trabajar en su fábrica de pectina (una fibra presente de manera natural en las frutas, que se utiliza en la industria de la alimentación) hasta que los nazis invadieron la ciudad.
A partir de julio de 1942, la familia completa se vio obligada a vivir escondida en la llamada «Casa de Atrás», un escondite dentro de las propias oficinas de la fábrica de Otto. Durante este confinamiento, compartieron el escondite con Hermann van Pels —quien trabajaba con Otto—, su esposa Auguste Röttgen, su hijo Peter van Pels y Fritz Pfeffer, amigo de la familia Frank.
Ana tenía un fuerte anhelo de ser periodista y escritora por lo que, a sus trece años, sus padres le regalaron un diario íntimo al que llamó Kitty, en el cual ella escribía sobre sus sentimientos y emociones.
El 4 de agosto de 1944 los Frank fueron delatados a través de una denuncia anónima; fueron apresados y luego enviados a campos de concentración y exterminio. Ana pierde la vida junto a su hermana en el campo de Bergen-Belsen por haber contraído tifus y su madre fallece en Birkenau; sólo su padre logra sobrevivir al Holocausto.
Miep Gies y Bep Voskuijl, dos de las personas que protegieron a los Frank mientras estuvieron escondidos, encontraron y guardaron el diario de Ana y se lo entregaron a su padre Otto una vez finalizada la guerra.
El 25 de junio de 1947, Otto Frank publicó la primera edición de El diario de Ana Frank con la esperanza de que la lectura de las palabras de su hija contribuyera a la toma de conciencia sobre la discriminación, la xenofobia y el racismo.
Fuente: educ.ar