El exrector de la Universidad de Buenos Aires (UBA) argumenta que los argentinos hemos dejado de confiar en la educación como un elemento de progreso. “Revertirlo es un compromiso de todos”, afirma.

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Guillermo Jaim Etcheverry, el exrector de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y miembro de la Academia Nacional de Educación, asegura que es tiempo de replantear la tarea de educar, ya que dicha tarea es esencial para la construcción de las personas y supone un cierto compromiso de todos y un esfuerzo que trascienden lo simplemente formal.

En una columna en el diario Clarín, Jaim Etcheverry señala que si bien hubo un marcado aumento en la inversión en educación, eso no se tradujo en una mejora de los indicadores relacionados con la cantidad de personas educadas ni con la calidad de la educación.

A continuación, algunos párrafos destacados de su planteo:

“Es innegable que en los últimos años el país ha realizado un importante y muy auspicioso esfuerzo destinado a promover la educación como lo demuestra el significativo incremento de la inversión con esa finalidad en relación al producto interno bruto. Sin embargo, ese aumento de recursos no se ha visto reflejado en una mejoría sustancial de los indicadores relacionados con la cantidad de personas educadas y con la calidad de la educación que han recibido”.

“¿Qué hacer para revertir esta preocupante situación? Resulta evidente que, aunque no en las palabras, en los hechos hemos dejado de confiar en la educación como un elemento de progreso individual y social. Se ha roto el pacto fundante de la escuela basado en la alianza de los padres con los maestros para educar a sus hijos. Hoy los padres se unen a ellos en contra de la institución educativa a la que perciben como una herramienta social de opresión, que condiciona la entrega del bien deseado, la certificación”.

“Aunque cueste admitirlo, el interés está centrado en eliminar esos requisitos, una evidencia más del facilismo que está permeando toda nuestra sociedad”.

“Es preciso volver a pensar que la educación es esencial para la construcción de las personas y que supone un cierto compromiso de todos, una aceptación de la necesidad de dedicarle una atención y un esfuerzo que trascienden lo simplemente formal. De allí que resulte prioritario recuperar el prestigio social de la educación”.

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