¿Cómo contribuyen las nuevas tecnologías para ser más creativos y desarrollar habilidades? Un ejemplo implementado en bibliotecas públicas de EE.UU.
En el marco de la 45ª Reunión Nacional de Bibliotecarios, realizada recientemente en la Ciudad de Buenos Aires, la especialista norteamericana Anne Johnson presentó un proyecto que se está extendiendo en las bibliotecas públicas de los EE.UU.: la creación de laboratorios digitales de aprendizaje y «makerspaces».
En dicha presentación, Johnson invitó a la reflexión y ejemplificó cómo la creatividad, en combinación con las nuevas tecnologías, puede contribuir con el desarrollo social y la mejora de las condiciones de vida. En tal sentido, señaló que el impacto de las nuevas tecnologías modificó la relación de los usuarios con la información: hoy ya no somos consumidores estáticos (que solo reciben lo que alguien les ofrece), sino que también podemos ser creadores de contenidos, protagonistas en la construcción del conocimiento.
¿Qué son, específicamente, los laboratorios digitales de aprendizaje? Son espacios instalados dentro de las bibliotecas, que promueven el aprendizaje y la exploración con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Para ello se ofrecen cursos y talleres, se prestan equipos y dispositivos electrónicos y se entrega software para realizar producciones en video, audio y fotografía, sin mencionar el diseño de sitios web, juegos y aplicaciones.
Los makerspaces (del inglés «maker»: fabricante, y «spaces»: espacios) permiten hacer y probar lo que nosotros diseñamos: desde obras artísticas hasta microemprendimientos comerciales. También conocidos como hackerspaces, hacklabs o hackspaces, son espacios de gestión comunitaria en los cuales las personas con intereses comunes (en tecnología, ciencia o arte digital, entre otros) se juntan y colaboran para construir y llevar a la práctica sus ideas.
Johnson destacó la importancia que tienen para apoyar los aprendizajes en ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, a través del desarrollo de habilidades prácticas. También subrayó que permiten fomentar el juego y la exploración. Aquí las tutorías entre pares y el intercambio de ideas son algo común, y todo el tiempo se alienta a que la gente experimente, pruebe y se equivoque… y vuelva a probar.
Consultada sobre qué deberían tener en cuenta las bibliotecas escolares que quieran dar sus primeros pasos en la creación de sus propios «makerspaces», la especialista estadounidense explicó que primero deben definir los propósitos y las metas, para luego decidir la dinámica de funcionamiento.
Por ejemplo: si la meta es explorar y producir con los estudiantes nuevos materiales, solo se necesitarán unas pocas herramientas digitales básicas. Si la meta, en cambio, es mejorar las habilidades y los conocimientos tecnológicos, será necesario tener una currícula más formal y un coordinador. También está la opción de conformar un «laboratorio digital de aprendizaje» (con software para diseño gráfico y composición musical, entre otras variantes), proyecto que puede resultar muy atractivo para los adolescentes que un makerspace propiamente dicho.
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