La proliferación y el crecimiento vertiginoso de las redes sociales y de distintas aplicaciones para dispositivos móviles han cambiado el panorama y las relaciones en el mundo.

En ese contexto, niños, adolescentes y jóvenes son mucho más vulnerables y, por esa razón, es importante conocer los peligros y trastornos que pueden generar, a fin de lograr un uso responsable y razonable de estas plataformas.

El tema se reavivó en Argentina de manera reciente, ya que una niña santafesina de 12 años murió mientras hacía un reto de la red social TikTok.

“Este caso no es el primero. El blackout challenge, un desafío que consiste en colocar algún objeto alrededor del cuello (como un cinto o una soga) para asfixiarse, desmayarse y publicar un video en el que se muestre toda la secuencia, ya tuvo consecuencias mortales antes, al igual que otros retos virales que circulan en redes sociales”, publicó la web de LaNación.com.ar.

Dicho medio planteó que los especialistas consultados explicaron que éstas son plataformas regidas por lógicas propias que no están pensadas para menores de 14 años y que, en muchos casos, generan atracción porque prometen cierto nivel de pertenencia social.

“En el caso de que tengan redes sociales, sea por el motivo que sea, no podemos dejar a los chicos en soledad. Tenemos que saber qué hacen, no desde un lugar de violar su privacidad, sino de comprender cómo funcionan estas plataformas y compartir espacios de diálogo para charlar sobre lo que consumen. Dejarlos en soledad en un lugar que no está preparado para ellos es un cóctel explosivo que cuando explota nos preocupa, pero después baja la espuma y caemos en la inercia cotidiana”, dijo Lucía Fainboim, directora de Educación en Faro Digital, una organización que promueve el uso crítico y reflexivo de las tecnologías.

“Los padres no deben prohibir, sino más bien enseñar a los chicos a juzgar, a consultar, a defenderse y estar alerta a qué consumen y qué les pasa”, concluyó Diana Litvinof, psicoanalista miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

 

Fuente: La Nación